En una localidad costera del Mar Menor aparece el cuerpo decapitado de una niña de trece años. No muy lejos del lugar de los hechos, la policía encuentra a un muchacho dormido, con claros signos de embriaguez y la camiseta ensangrentada. La solución parece tan evidente que asignan el caso a un inspector novato para que practique y lo zanje lo antes posible.
Así es como, de la noche a la mañana, Juanito Proaza, acompañado de personajes como Paco Garrido, veterano policía de métodos heterodoxos, y el doctor Luzón, brillante forense y gran dominador de la puesta en escena, se ve a la cabeza de un proceso que se complica por momentos y que acaba por convertirse en una investigación a tumba abierta donde se destapa una sórdida red con muchos tentáculos, que pone al descubierto el lado más perverso del ser humano.
«Un libro fluido, escrito con la mano de experto que convirtió a Estrada en Best-seller. Una obra de culto para todo aquel aficionado a la novela negra más cercana». (José Marino)
Genre: FICTION / CrimeLas gaviotas levantaban el vuelo y volvían a caer sobre lo que fuera que las tenía atareadas; acudían desde las salinas y los carrizales, graznando frenéticas cuando descendían. El agente Quintana conocía demasiado bien su voracidad, de manera que supuso que no podía ser otra cosa que comida. Estas aves buscan su alimento por la banda de tierra que circunda el Mar Menor y las cinco islas volcánicas que salpican su interior. Como no se zambullen se limitan a comer lo que roza la superficie, devorando los desperdicios de los puertos y playas. Demasiada comida a repartir, para andar peleándose.
—¿Por qué paras, Quintana? —preguntó Jiménez.
—Esas gaviotas me inquietan.
—Ya sabes que el sargento no quiere que pasemos más allá del molino.
No era habitual que la Policía Local se adentrase por los caminos de tierra de los humedales, no solía hacerlo porque los motoristas del Seprona patrullaban toda La Manga, incluyendo los accesos a las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar, al norte de Lo Pagán.
—Mira lo excitadas que están —Quintana señaló el saladar, golpeándose el dedo en el cristal del parabrisas—. ¿No te parece que hay demasiadas?
—Habrá un perro muerto.
—Deberíamos echar una ojeada —dijo apagando la radio.
Aunque a Jiménez no le hizo demasiada gracia, el coche patrulla abandonó la carretera asfaltada, rodando lentamente por el polvoriento camino. Eran las siete de la mañana y la playa de Villananitos se encontraba silenciosa y desierta. Quintana se asomó a uno de los conductos que comunican las Salinas con el Mar Menor y la impresión que recibió estuvo a punto de tirarlo de espaldas.
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Author review: Excelente traductora y excelente profesional. |
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