Juan, el mejor amigo de David, ha perdido su sombra. No la encuentra y no sabe cuándo ha desaparecido. Al menos tiene a David para ayudarle. Juntos intentarán recuperarla por todos los medios. ¿Lo conseguirán?
Y tú, ¿Has visto la sombra de Juan?
"Cómo mola. No me lo hubiera imaginado nunca. Eres un maestro de las letras, de verdad. Se lo voy a leer a los niños en voz alta..." (Esther Dorado, lectora y madre)
"El niño sin sombra me ha emocionado mucho. No sé por qué, a lo mejor por el día que hace o porque mi ánimo lleva otoñal casi todo este año bastante malo que llevo (qué te voy a contar a ti...). Pero la verdad es que has conseguido sacarme las lágrimas al final. Así que también lo he disfrutado mucho y me parece una historia preciosa para los niños que has sabido contar muy bien, tanto para entretener como para enternecer." (Mariola Díaz-Cano, correctora, escritora y traductora)
Todo el beneficio procedente de este libro se destina a la Fundación Niemann-Pick de España, que financia diversos proyectos de investigación para mejorar la calidad de vida de los enfermos y para encontrar tratamientos para esta enfermedad rara, degenerativa y altamente incapacitante que en la actualidad no tiene cura.
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—Voy a contar hasta cinco. Luego abriré los ojos y estará allí, como siempre. Uno, dos, tres, cuatro… cinco.
Juan abre solo un ojo.
Yo creo que le asusta tanto el que pueda no encontrar lo que busca allí que no se atreve a abrir los dos.
—No puede ser, no puede ser —dice meneando la cabeza de un lado a otro.
No tengo ni idea de lo que ha perdido, pero tiene que ser muy importante.
—David, tío, mírame.
David soy yo y estoy a la izquierda de Juan, con mi madre y mi hermana, esperando a que el semáforo se ponga en verde y poder cruzar.
—¿Qué pasa, Juan? —le pregunto sin mirarle.
—Mírame. ¿No ves nada raro?
Le miro.
Una cabeza, una nariz, dos ojos, una boca, dos brazos, dos piernas… Parece todo en orden.
—No. ¿Qué pasa? ¿Tienes un moco?
—¡No, tío! Tendrías que verlo. Pero ese es el problema. No puedes porque no está.
Uf, como tenga que repasar todo lo que no tiene Juan, no voy a acabar en mil años.
—¿Qué es lo que no está?
—Mi sombra. No tengo sombra. La he perdido.
Miro al suelo. Es verdad.
¡Juan no tiene sombra!
—Venga, David —me dice mi madre—. Cruza, que ya está verde. Estás medio alelado.
Mamá siempre me dice que estoy medio alelado. No sé por qué.
—Ahora hablamos en clase —le susurro a Juan y acelero para alcanzar a mamá.
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