El juego ha comenzado...
En un mundo de códigos y secretos, algunas reglas deben romperse para descubrir la verdad.
La Unidad Especial contra Delitos Informáticos del FBI investiga un complicado caso, pero los agentes parecen haberse topado contra un muro que les impide avanzar. Entonces un golpe de suerte provoca que la investigación de un dramático giro, convirtiendo el caso en algo más personal para los miembros del equipo.
Ellos quieren encontrar la verdad. ¿Pero si eso se convirtiera en su punto de quiebre?
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Algunas veces se debía hacer algo malo para conseguir algo bueno, o al menos eso era lo que se repetía el hacker para convencerse de haber tomado la decisión correcta. Una fina capa de sudor cubría su frente y barbilla, mientras pensaba en las incontables ocasiones en que escuchó los discursos sobre la ética en el tratamiento de la información que recitaban sus profesores de la universidad. Sin embargo, solo bastó que su hermanastra desapareciera repentinamente para hacerlo reconsiderar todo lo que había asumido como cierto hasta entonces.
Su postura en la silla se tensó al recordar que ninguno de sus esfuerzos había dando resultados. No había pistas, y si debía ser honesto consigo mismo, la policía tampoco había mostrado mucha disposición de ayudarlo. Sus visitas a la estación eran recibidas con excusas y negativas, repitiéndole que no había evidencia de que Leah hubiese sido secuestrada, cosa que era cierta. Sin embargo tampoco había pruebas de que se hubiera marchado de forma voluntaria, que era la teoría favorita de las autoridades, y eso era lo que mantenía al muchacho batallando por encontrarla.
—Es un maldito callejón sin salida. —El hacker resopló sin molestarse en ocultar la frustración en su voz.
El muchacho apretó los puños, sintiendo sus uñas clavarse profundamente en sus palmas mientras su mente recordaba el progreso que tuvo durante su búsqueda. Había empezado a seguir la actividad en línea de su hermanastra, las páginas que visitó en los días previos a su desaparición, y eso lo llevó a descubrir que Leah tenía algunos secretos guardados.
—¿Cómo pude ser tan ciego?
