Vittoria Fera es la perfecta descripción de la mejor amiga de cualquier heroína de novela: hermosa, rica, fiestera y un poco «ligera de cascos». Es su mejor fachada, la piel que usa todos los días en la universidad para que sus compañeros no noten que es diferente, que hay un extraño depredador entre ellos.
Sin embargo, por más corriente que aparente ser, no puede engañarse a sí misma. No es normal entre sus compañeros de universidad, pero tampoco es normal en casa. «defectuosa», «incompleta», «débil», «incontrolable», son palabras que ha escuchado desde que era niña, susurradas a su paso, acompañadas con miradas de pena.
Vive en una especie de limbo, sin pertenecer realmente a ningún lado, usando en su voluntario exilio esa máscara de heredera malcriada a la que su pueblo le quedó pequeño, convenciéndose de que no lo extraña… hasta que le ordenan regresar.
Algo está mal en la cerrada comunidad en las cercanías del Bosque Nacional Roosevelt en Colorado, algo que pone a los suyos nerviosos, en alerta; una amenaza sin nombre más peligrosa que ellos mismos.
Algunas veces los monstruos no son únicamente los que se esconden entre las sombras y tienen garras y colmillos. Algunas veces, simplemente caminan a tu lado, con tu misma piel, sonriéndote cada día hasta que están listos para llevarte.
Estaba teniendo problemas para respirar y la imagen del enfermero con la sangre brotando de su cuello, bañándola, regresó en alta definición. La veía en sus manos, sentía su calor, casi podía olerla.
—¿Por qué debería callarme? —Escuchó a Calen acercarse—. Dices que no sientes nada y esta es la forma en que una persona que no siente nada describe lo que pasó: Vasil está muerto, su cuerpo deteriorándose bajo la tierra, sin alma, sin vida. No volverá a sostener tu mano ni a comer helado contigo escondido en un rincón. No puede ayudarte más porque lo asesinó el hermano de tu mejor amiga.
Vittoria vio el rostro de Vasil en su mente, justo en ese momento en el que se encontraron el pasillo del laboratorio, vio su sonrisa tan cerca que creyó que podría tocarla, escuchó el comentario sobre sus zapatos y luego nada, solo un cuerpo desnudo y frío, cubierto de sangre, en el suelo.
Fue como abrir las puertas de una represa. Todos esos sentimientos que había echado a ese lugar oscuro y silencioso dentro de su cuerpo, resurgieron con rabia, todos al mismo tiempo, con la fuerza de la venganza.
Vittoria no sabía quién estaba gritando hasta que los brazos de Calen la rodearon y supo que ese chillido que perforaba sus oídos provenía de su garganta. Estaba de rodillas en el suelo, llorando, gimiendo, gritando y no podía hacer otra cosa. Su cuerpo había dejado de pertenecerle y era solo una masa de dolor que salía a borbotones a la superficie.
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English
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Translation in progress.
Translated by Talía García
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