En Ar Saoghal existen dos tipos de personas: los que nacen sin habilidades y los norois.
Perseguidos y temidos, los norois llevan siglos obligados a vivir como parias; una situación que solo empeora cuando la República de Morkt cae bajo el Golpe de Estado de Bernhard Naden, quien tiene por divino manifiesto exterminar hasta al último de ellos.
En el nuevo régimen, habiendo nacido con la habilidad de sentir la vida y las emociones ajenas, Floyd Collins se ve con seis años sentenciado a muerte; una muerte de la que es salvado por la líder de los Sluagh Sith, una red de resistencia noroi. Dejando atrás todo lo conocido, no tiene más opción que emigrar al Reinado de Geal, donde la princesa heredera, Kayla Lasair, crece en las sombras mientras su madre cuenta los días para casarla y así librarse del secreto que podría poner en riesgo el futuro de su dinastía.
Era un hecho probado que en Ar Saoghal había pocos lugares más asquerosos que las prisiones de Morkt. Entre las más grotescas edificaciones destacaba con creces la de Seyhlam, su capital, la cual había sido creada con el específico objetivo de corromper las ánimas más crueles y perversas. Miles de criminales que habían perdido la humanidad habían dado con sus huesos allí con la tácita promesa de que nunca más volverían a ser tocados por la luz del sol. En buenos tiempos pocos se habían molestado en pensar que quizá aquellas celdas eran el infierno en la tierra. Un castigo que nadie merecía. Pero eso era en todo lo que ahora podía pensar un joven de no más de seis años que, junto con su hermana de dos, sucio y famélico, castañeteaba los dientes entre los infranqueables muros de la prisión.
El hedor a heces humanas todavía le mataba el olfato. Sentado sobre uno de los dos catres de acero oxidado de la celda, sin colchón ni manta entre los que resguardarse, en la celda apenas había espacio para moverse. En una esquina se alzaba un cubo de metal con viejos desperdicios humanos incrustados, mientras que en la opuesta otro aguardaba repleto de agua estancada. Iluminados por la fría luz de una bombilla, parecían rivalizar entre los dos para ver quién presentaba el aspecto más nauseabundo.
Con la lengua arenosa y el mareo de la deshidratación, el niño no se planteaba beber de aquellas aguas turbias y espesas. Porque no estaba tan desesperado. Todavía.
En sus brazos morenos su hermana se revolvió una vez más en el preludio de un llanto. El niño se tragó las lágrimas con el rostro encarnado y su mirada se serenó sin dejar de mecer a la pequeña sobre su regazo.
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English
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Already translated.
Translated by Luis Javier Mireles Sanchez
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Author review: Estoy muy contenta con la traducción de mi libro. No considero que mi novela sea sencilla de traducir, pero Luis ha hecho un gran trabajo en el tiempo estipulado y lo ha hecho con bastante fidelidad. ¡Mi enhorabuena por esta traducción tan buena! Sin duda es un traductor del que fiarse. |