¿Y si la historia de la humanidad no fuese tal y como la conocemos?
En todo el planeta, en todas las épocas, nos encontramos con pirámides y obeliscos. Desde civilizaciones perdidas en tiempos secretos, pasando por los emperadores chinos, atravesando el continente americano y descubriendo las maravillas de Egipto y mesopotamia.
Gengis Kan, los faraones, Alejandro Magno, el primer emperador de China, los romanos y los griegos... todos ellos poseían un conocimiento imposible de concebir para aquellos tiempos.
Pero hasta los eventos más extraños tienen una explicación lógica. Los poderosos construyeron amuletos que contenían Iridio, un metal extraterrestre que llegó a nuestro planeta con los meteoritos. Algunos fragmentos de dicho metal son capaces de crear agujeros cuánticos, que son diminutos agujeros negros. Y con su ayuda, se encontraron a sí mismos en un futuro diferente, en una dimensión paralela, o en un pasado remoto... y serán juzgados y aconsejados, para así crear los imperios más poderosos de la época.
A un grupo de jóvenes les han encomendado recoger los amuletos de poder. Un hombre malvado también los busca y su intención es la de dominar el mundo.
¿Qué esconden los guerreros de terracota?
¿Qué transportó a Irlanda un joven Druida?
¿Dónde ocultaron la tumba de Gengis Kan?
¿Por qué fueron destruidas Sodoma y Gomorra?
Los secretos de la humanidad... serán revelados...
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I – El meteorito
Es curioso cómo nuestro pasado nos persigue de la misma manera que nosotros lo hacemos con nuestro futuro para que, al final, le demos la espalda al presente, que quizás sea lo que en realidad importa. Qué espeluznante sería reencontrar nuestra figura entre las sombras del tiempo, para elevarnos hacia lo más alto mientras pisoteamos el ápice de humanidad que aún sobrevive en nuestro interior.
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Una mirada firme desde el cielo divisaba todo lo que ocurría bajo sus dominios. Sus enormes alas sacudían con fuerza el polen que flotaba por el aire, creando diminutos remolinillos de viento apenas perceptibles para los seres de la creación. Su extenso plumaje danzaba al ritmo de su corazón teniendo como música el cielo inalcanzable y el humedecido frescor de la tierra, que lentamente se evaporaba y formaba una fina capa de niebla a su alrededor. La hinchada garganta, llena de carne de pez recién triturada para alimentar a sus crías, le impedía maniobrar con soltura. A veces se ayudaba impulsándose con las garras tras acercarse a un apoyo invisible, que sólo él podía ver. Tropezaba en la nada y volvía a aletear con fuerza. Observaba los alrededores por si acechaba el peligro, pero sólo divisaba parte de su plumaje que, unas veces, le parecía verde azulado y otras, amarillo rojizo. No distinguía los colores con claridad, ni los había nombrado nunca. En su pico impactaba una y otra vez la sensación de libertad y de tranquilidad, ya que sin duda era el ave más poderosa que surcaba los cielos en ese momento.
Language | Status |
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