El tigre es una de las deidades más arcaicas de China y ocupa un papel simbólico de primer orden en su mitología y cultura popular. Asociado desde tiempo inmemorial con el Oeste, se convirtió en la más perfecta representación de la Diosa Madre, en sus aspectos creativos, nutritivos y ctónicos. Su aspecto fiero, su majestuosidad y preferencia por vivir en lugares húmedos y sombríos, lo convirtieron en el protagonista de una rica mitología centrada en torno a la guerra y la muerte, las transformaciones del espíritu y la vía al paraíso, así como las experiencias religiosas de índole chamánica destinadas a trascender esa muerte, el renacimiento, la reproducción y esa sexualidad exuberante de deidades ya olvidadas. Pedro Ceinos, autor entre otras obras del Manual de Escritura de los caracteres chinos, nos ofrece en este libro el análisis exhaustivo de la mítica y ancestral figura del tigre en China -arrumbada desde que el león, promovido por el clero budista, ocupó su lugar-, que se rescata ahora por primera vez en una lengua occidental. Ilustrado con las imágenes, narraciones populares y textos clave de un simbolismo secular, el tigre despliega en esta obra todo el esplendor que se merece como Rey de los Animales y por tanto Señor de la Tierra
Genre: SOCIAL SCIENCE / Customs & TraditionsUna edición de 1.000 ejemplares en español.
La larga interacción de los seres humanos con los tigres ha ido creando un rico simbolismo que, otorgando al tigre papeles a primera vista contradictorios, le coloca no obstante, en una posición central dentro del universo espiritual de los pueblos de China. Así vemos que el tigre es el Rey de la Selva, como tal, símbolo de realeza. Es el Dios de la Guerra y el Dios de la Muerte. El Gran Bicho, como se le llamaba para evitar mencionar su nombre, y que pudiera acudir pensando que le convocaban, era también el Dios del Oeste, símbolo por excelencia del aspecto femenino y misterioso de la existencia, yin.
Y a la vez que asume estos papeles, el tigre es todo lo contrario, pues ya sabemos que en la antigua filosofía china, en cada concepto anida ya el germen de su opuesto. Y así es el Dios de la Guerra, y a la vez, o tal vez por eso mismo, es el Dios protector por naturaleza: guardián de las puertas del paraíso, de las tumbas, de las casas, y de las personas por su presencia en los amuletos o en las recetas de la medicina tradicional. Como Dios de la Muerte se convierte en el gran transformador, y luego en el gran creador, cerrando el círculo perfecto de la existencia. Es el Gran Bicho, el animal feroz, el innombrable, pero a la vez simboliza a la propia persona, generalmente en su estado salvaje, antes de ser modificada por la cultura: el ancestro venerado. Es el Rey de la Selva, y como tal el rey del mundo, pero en la imaginación popular se convierte en un pelele, un hazmerreír, un bobo del que se ríen hasta los más insignificantes animales.
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