Tras recibir una llamada en medio de la noche, su padre le informa que deben mudarse lo antes posible ante la emergencia; Alguien ha sido asesinado en su antiguo hogar. Charlie sabe de sobra que el oficio de su padre lo obligará a ayudar a los que en algún momento fueron sus amigos. Charlie no podía oponerse a esa mudanza, especialmente porque nunca creyó que su padre quisiera regresar al lugar donde perdió a su esposa.
Así, dudando, y estando genuinamente preocupada por la situación a la que entrarían, emprenden su viaje de regreso al lugar que ya había sido borrado de sus recuerdos, el pequeño pueblo tranquilo y nublado de Elora.
Las huellas de sus pies en la grava dieron comienzo a su rutina matutina. Miró hacia el camino que siempre recorría desde hace más de veinte años, dándole la bienvenida como cualquier otro día. Esa mañana fue fría como todas las demás, Elora era conocida por sus bajas temperaturas y la insistente neblina que cubría todo a su alrededor.
Comenzó con un par de pasos lentos, la hora en su reloj marcaba las cinco de la madrugada, tiempo perfecto en que el ejercicio le brindaría la energía suficiente para lo que tenía pensado hacer. No había sido fácil llegar a esa conclusión, le resultó ridículo cuando escucho ese «plan» hacia el gobierno de su ciudad. Demasiado fantasioso y propio de una película de Hollywood, pero tras una charla con su querida Martha, supo que lo mejor era dejar que esa verdad saliera a la luz, el alcalde debía saberlo, no quería que una situación complicada terminara en algo peor.
Su caminar se convirtió en un trote tranquilo, sincronizado con los latidos de su corazón, respiraba rítmicamente logrando que su condición física brillara con orgullo. John siempre amó esas mañanas tranquilas, donde podía disfrutar de unos minutos a solas con sus pensamientos, especialmente si la noche anterior había tenido un mal rato, si había sido un día duro en la oficina, o la vez en que él y Martha discutieron sobre una tontería. Pasar esa hora ejercitándose, dejaba su cuerpo relajado y con la cabeza despejada de cualquier mal que perturbara la vida perfecta que tenía viviendo en la nublada y tranquila Elora, Ontario.