Nunca ha sido fácil para Laura mantener una relación. Puede que por eso saliera huyendo de los problemas, dejando a Jorge destrozado por ello. Aunque esta vez es diferente. Ella sabe que lo es. No puede olvidarle.
Enrique Guzmán, uno de esos políticos españoles de la nueva generación, arrogante, presuntuoso y seguro de sí mismo, es el candidato perfecto para que Laura pase página. Hace años se conocieron en una manifestación y parece que ninguno de los dos se ha olvidado. Un enfrentamiento dialéctico en una rueda de prensa, una entrevista, unos vasos de sangría... Pero, por supuesto, las cosas no van a ser sencillas. Laura tendrá que elegir entre su amor platónico o el amor que le haría todo más sencillo.
A su vez, Jorge deberá confesar algo a Laura que puede que haga que la pierda para siempre. Pero no puede seguir ocultando ciertos secretos, sobre todo si quiere recuperarla. Tiene que correr el riesgo de perderla si quiere intentar mantenerla con él de por vida.
Y conociendo a Laura, ese riesgo es demasiado elevado...
Por fin le miro de nuevo. Sí, es Jorge. Sigue siendo él. Laura, cálmate, no pasa nada, son sólo títulos, no es que vaya a ser rey ni nada parecido. Mucha gente tiene ese tipo de títulos. Él simplemente los hereda en vez de comprarlos. Pero la gente de la aristocracia y todos esos son tan… tan… Mierda, ya no voy a poder generalizar nunca más. Soy republicana, esto va contra todo lo que pienso. Mierda, mierda… ¿Por qué no me lo dijo antes? Creo que estaba en mi derecho de saberlo. Antes de por lo menos habernos ido de viaje, debería haberme comentado algo.
Me está mirando como si me rogara algo. Puede estar suplicándome perfectamente que me tranquilice, porque sin darme cuenta acabo de beberme lo que me quedaba en la segunda copa. Viendo que la cosa no va bien, agarra mi copa y la deja de nuevo en la mesa con pausados movimientos, intentando no alterarme más de la cuenta.
—Bueno, todos esos títulos son… cómo se dice… honoríficos o como se diga, ¿no? No pasa nada… Eso tampoco es para tanto, hay mucha gente que…
—No lo son, Laura —me interrumpe en mitad de mi disertación de autoconvencimiento—. Cuando muera mi padre, tengo que hacerme cargo de administrar las propiedades, podría optar a formar parte de la Cámara de los Lores, tendría responsabilidades políticas…
—¿¡Eres un jodido Mr. Darcy del siglo veintiuno!?