Laura tiene treinta años. Es periodista en la sección de política, vive en Salamanca y sale de vez en cuando a tomar algo con las amigas. ¿Pareja? A veces, pero el amor no está hecho precisamente para ella. En la actualidad ya no existe ningún Mr Darcy que aparezca montado a caballo y te pida la mano en la campiña inglesa. No, ahora los hombres no hablan de forma caballerosa, no te tratan como si fueras una princesa, no dicen frases románticas, no se te para el corazón nada más que aparecen ante ti...
Excepto...
A Laura sí que se le paraliza el corazón con alguien. Alguien que es una mezcla entre Mr Darcy y el Capitán Vonn Trapp. Alguien que no habla con ella salvo convencionalismos, que no se ha fijado en ella en más de diez años y que es el hombre más atractivo, misterioso y frío de cuantos conoce. Y sin embargo Laura lleva enamorada de él desde los diecisiete. Ella sigue con su vida amorosa estancada por completo mientras que él está casado y es padre de una niña. Todo está perdido desde un principio y sin embargo Laura es incapaz de olvidarse de él.
Pero...
Y si...?
¿Quiero un Mr. Darcy? Mierda, Jane Austen, ahora necesito encontrar a mi Mr. Darcy y no sabes lo imposible que es eso en la época actual. Algunos libros deberían prohibirlos para evitar que la gente comience a soñar con algo mejor, algo que puede que sea inalcanzable.
Y creo que Jane Austen acaba de romper mis esquemas de por vida.
Quiero dedicarme a lo que tenga que ver con las letras. Escribir… Periodismo. Quiero estudiar periodismo. Contar la realidad como tiene que ser contada. Contar a la gente través de mis ojos lo que yo misma veo.
Quiero irme a vivir fuera de Salamanca, conocer nuevos lugares, puede que vivir incluso en Gran Bretaña. De algo me tiene que servir todo este inglés, ¿no? Sería bonito poder irme lejos. Salamanca se me hace demasiado pequeña y frustrante en ocasiones. Es bonito y tranquilo vivir aquí, adoro mi ciudad. Pero se me hace tan pequeña como una pecera redonda, en donde yo soy el pez que sólo puede ir dando vueltas y más vueltas y más vueltas… y nunca llega a ninguna parte. Sólo sigue nadando sin descanso hasta que un día amanece panza arriba en la superficie, sin vida.
Y sí, quiero un Mr. Darcy, maldita sea, ¿por qué no? Quiero un puñetero Mr. Darcy en mi vida. Quiero notar que se me corta la respiración en cuanto le vea, quiero que me tiemblen las piernas en cuanto me dirija la palabra y sentir escalofríos sólo con que me roce. Quiero bailes y viajes por la campiña inglesa e inclinaciones de cabeza y besamanos y peticiones matrimoniales románticas y…
Mierda, Jane Austen, ¿qué acabas de hacer conmigo?