SALVABA VIDAS PARA GANARSE EL SUSTENTO. AHORA TENDRÁ QUE MATARLA PARA SEGUIR VIVO.
París, 1933
Kenneth Jameson, un cirujano caído en desgracia, embarca en el mítico Orient Express, un tren de lujo que cubre el trayecto París-Estambul, con una única misión: asesinar a Delilah Khan, una vedette de fama internacional afincada en Francia, que viaja a Budapest para iniciar una gira de espectáculos financiados por el último de sus amantes.
Kenneth debe cumplir con su cometido antes de que su víctima llegue a su destino, o será el fin de su carrera. Sus pasos están siendo vigilados, y el tiempo es limitado. Sin embargo, no contará con que la exótica belleza de piel tostada a la que ha de eliminar es mucho más de lo que aparenta, y el día señalado, el cazador se convertirá en la presa, comenzando la verdadera cuenta atrás en la lucha por la supervivencia en la Europa de entreguerras.
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Se movía igual que una leona entre una manada de hienas sumisas, poderosa e intimidante, agitando huesos y músculos con una sintonía tan instigadora que rayaba lo obsceno. Me había procurado una mesa en el restaurante lo más discreta posible, pues el plan era observarla sin ser visto y estudiar la manera más adecuada de acercarme a ella para evitar sospechas por su parte.
Pero todo se fue a tomar viento en cuanto aquella hembra se levantó para exhibir su plumaje de pavo real entre la congregación de míseros patitos feos. No pude siquiera acabar mi soufflé de melocotón, y dejé mi pedazo de cielo comestible a medio terminar, maldiciendo mi estupidez y cobardía.
Olvidé por un momento mi ridículo papel de sicario temporal y disfruté viéndola actuar en aquel concierto improvisado. La repasé entera de arriba abajo, sin recato, sin remordimientos. Algunas cosas habían sido hechas para suscitar admiración y deseo, y yo era un hombre con ojos en la cara. Intentar justificarme no serviría de nada.
Delilah Khan era todo un símbolo entre las mujeres con ansias de volar alto. La imaginé uniéndose a la causa aliada durante la Gran Guerra, trabajando con esas manos delicadas en las fábricas de artillería que proveían a nuestros soldados de armamento para luchar contra las tropas enemigas. Habría sido una escandalosa flapper en los años veinte, y por supuesto, habría apoyado la causa de las suffragettes. El carácter arrollador que mostraba en el escenario debía de ser un reflejo de una vida repleta de peripecias a cada cual más inverosímil y arriesgada.
Language | Status |
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Italian
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Translation in progress.
Translated by Francesca Marrucci
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