Sara Fernández tiene que presentar un nuevo borrador a su editorial cuanto antes. Su primer libro ha sido un éxito y le han pagado una semana en el lujoso Hotel Sacher de Viena para que se documente y deje atrás sus problemas personales.
Y es que no todo le sale bien a Sara.
Hace medio año encontró a su marido con otra en su propia cama. Desde entonces no confía en nadie y no es capaz de escribir ni una sola palabra.
Al llegar a la capital austríaca reserva un tour por la ciudad. El encargado del mismo es Luca Ruggiero, un guía italiano experimentado y demasiado simpático para ella. Su carácter abierto choca constantemente con el humor nefasto de Sara en la actualidad. Aun así, ambos sienten que algo está sucediendo entre ellos.
Luca se ofrece a hacer de guía personal para ella en un fin de semana por todo el país, mostrándole los rincones más representativos de la historia de la famosa Elisabeth, Emperatriz de Austria, más conocida como Sisi. Su nuevo libro va cobrando forma en la cabeza de la escritora a la vez que los sentimientos entre ambos aumentan.
Pero no siempre la vida te hace saber con claridad el camino que tienes que tomar.
Una historia narrada a dos voces y dos tiempos. Un viaje por asombrosos parajes austríacos mientras conocemos la historia de Sisi no solamente a través de Luca, sino también con breves fragmentos del diario que pudo escribir la propia Emperatriz.
Puede que conocer la vida de Sisi (la real, no la edulcorada) haga que Sara obtenga de este viaje más que una buena historia.
—Ay, madre mía —exclamo, echándome hacia atrás—. ¿Esto es un secuestro?
—¡Me estás volviendo loco! —vuelve a gritar—. ¿Te puedes tranquilizar de una vez?
Rebusco en mi bolso a toda prisa. Encuentro el móvil y lo saco, manteniéndome a una distancia prudencial del loco de Luca.
—¿Qué haces? —pregunta.
—A ti te lo voy a decir… —marco el 133 y me lo cogen por suerte casi en el acto—. ¿Policía? —pregunto en inglés, rogando para que en este lugar los cuerpos y fuerzas de seguridad sepan más de un idioma.
—Díganos en qué podemos ayudarle —contesta alguien al otro lado también en inglés.
Uf… Salvada.
—Sí, mire, quería…
Luca se ha lanzado sobre mí intentando coger mi móvil, haciendo que, después de un pequeño forcejeo, mi flamante smartphone salga despedido hacia el Danubio, haciendo un dramático plof, digno de la mejor película de efectos especiales.
—Lo… lo siento —balbucea al ver lo que acaba de hacer—. Yo no quería…
—¡Vete a la mierda! —le grito antes de saltar al agua a por mi teléfono y de paso huir de ese loco italiano—. ¡Joder! ¡Está helada! —exclamo ya en el agua, asombrada por la temperatura que me hiela al momento parte de la sangre de mi cuerpo.
Intento chapotear para encontrar cuanto antes el móvil pero creo que éste se ha hundido hace rato. Sin embargo aquí estoy, con la piel doliéndome por el agua helada que me rodea y sin saber hacia dónde ir.
