Rexford Sissley es un tenista retirado. A sus treinta y cinco años de edad ha logrado fama, reputación y riqueza. Tan solo le queda intentar combatir su fobia al compromiso. Un asunto complicado, pero, ¿quién dijo imposible? De hecho, hay una persona encantada de frustrarle los planes de continuar evadiendo el aspecto romántico de su vida. Sin embargo, Rexford pretende no darse cuenta de la existencia de Charlotte Jenkins y del hecho de que ya no es la adolescente que conoció tiempo atrás. Aunque cuando él tome conciencia de su errada obstinación, la posibilidad de redimirse quizá sea inalcanzable.
Ágil, inteligente y con un físico hecho para competir en las grandes ligas del tenis profesional, Charlotte Jenkins es una ganadora por excelencia. El mayor obstáculo de su vida privada está personificado en Rexford Sissley, un hombre terco, encantador y tan exitoso como ella. Él se niega a aceptar la atracción entre ambos, y ella no deja de provocarlo. Las circunstancias los impulsarán a confrontarse y reconocer si son capaces o no de rendirse ante un oponente que está más allá de sus posibilidades de control.
Una atracción envolvente, una química ineludible y un romance trepidante son ingredientes que se mezclarán en esta última entrega de la serie MATCH POINT.
One of the bestseller in my catalog. Translated into several lenguages already, but I want to keep expanding my reach to my readers from other countries.
—Charlie, cariño —llamó el productor con su tono amable, aunque bien sabía ella que tenía ganas de mandarla al diablo—, por favor, repite la parte en que sonríes y alientas a tus fans a utilizar este protector solar. Venga. Es la última toma y estamos listos.
Con la melena rubia oscura y ojos azules almendrados, Charlotte Jenkins era la sensación en los torneos de tenis internacionales. Exitosa, guapa y físicamente bien torneada, a sus veintitrés años contaba con una línea de ropa juvenil, tres Grand Slam ganados, diez tornetos WTA conquistados y numerosos contratos publicitarios. Como el que estaba haciendo en ese momento para una crema solar.
—Grange, me siento cansada. ¿Crees que podamos continuar mañana? —preguntó bebiendo una botella de agua. Cuando terminó el tercer sorbo, una maquilladora se apresuró para retocarle el labial.
El productor, que no se caracterizaba por ser tolerante salvo cuando tenía celebrities en su set, le sonrió con indulgencia.
—Pero, tesoro… —empezó Grange Roberts.
—No, Charlotte —interrumpió una voz de pronto. Una voz que ella conocía muy bien. Que jamás la llamaba por su apelativo, Charlie, y que nunca la veía como una mujer, sino más bien como un incordio. Una obligación—. Si vuelves a equivocarte nos quedamos hasta que den las dos de la madrugada.
