Jen Campbell está convencida de que el amor, no está hecho para ella. No después de haber sido engañada de la misma manera en sus dos matrimonios.
Así que, para ella, es más divertido y menos complicado tener "amigos ocasionales" y concentrar toda su energía en sacar adelante su negocio de las flores y la pastelería que abrieron ella, su mejor amiga y dos fabulosas mujeres más.
Claro, todo eso parecía funcionar de maravillas para Jen hasta que, James Bracco, apareció en su vida con su encantadora sonrisa y la paciencia necesaria para hacer que ella vuelva a creer en el amor. Pero... ¿Lo logrará?
¿La paciencia de James será tan duradera como para aguantar los desplantes de Jen?
Esta novela fue publicada en Julio del 2015 participando en el 2do Concurso Indie organizado por Amazon.es
Desde entonces, se han vendido más de 1.000 ejemplares y se mantiene dentro de los primeros 1.000 puestos de Romance Contemporáneo.
#559 in Books > Libros en español > Romance > Contemporáneo (24 Mayo 2016)
Tiene buenas evaluaciones por parte de los lectores tanto en Amazon como en Goodreads.
¡Maldito Mentiroso! Sentí que la sangre me hervía.
—El Sr. Carl en este momento… —empezó a decirme mientras yo me dirigía sin prestarle ninguna atención hacia el interior de la oficina del bastardo. La puerta estaba entre abierta y pude escuchar que hablaba con otro hombre.
Abrí la puerta de golpe. Su cara era un poema. Creo que hasta empezó a sudar. Sonrió a medias y trató de recomponerse. El hombre que estaba conversando con él, se apartó un poco para darme paso. Mi cara decía: ¡Lanzo fuego por la boca si me hablas!
—Jen —dijo Carl intentando acercase—, que alegría tenerte por aquí. Y el muy idiota echó una vista rápida hacia fuera para verificar si su estúpida mujercita estaba en su puesto de trabajo o no.
—Me imagino, que sigue ahí sentada —le respondí viéndolo a los ojos. El idiota no sabía que contestar. ¿Qué me iba a decir? ¡No es lo que crees, Jen!
—No es lo que crees, cielo.
Debía admitir que Carl era bueno en algo… en ser un perfecto imbécil. Me convertí en Mr. Hyde. Vi una caja de herramientas en la que descansaba un martillo. Fui directo al sitio, lo cogí y saqué la pulsera de diamantes de su envoltorio. La coloqué sobre el escritorio de Carl -que tal vez valía lo mismo que la pulsera- y descargué toda mi ira dándole martillazos al brazalete y a la madera del escritorio. Carl estaba paralizado. Cuando terminé de descargar mi furia, coloqué de nuevo el martillo en su sitio, me arreglé el traje y antes de marcharme de la oficina, me fijé que un hombre rubio de ojos azules, muy guapo, estaba viéndome con una sonrisa graciosa en sus labios.