Necesitamos una indignación ilustrada, imposible de manipular, imposible de volver contra nosotros mismos, capaz de persistir en la adversidad. Y para llegar a ella necesitamos las
referencias históricas, antropológicas, filosóficas y morales que los acontecimientos y nuestra forma de mirar nos ocultan sistemáticamente.
Con ánimo de poner esas referencias en negro sobre blanco, en lugar de someterme a las convenciones, en vez de enredarme en los análisis acostumbrados, he optado por mostrar amplios panoramas a vista de pájaro, con una mirada interdisciplinar. Ya conocemos lo árboles; toca contemplar el bosque, el campo de batalla.
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Ya desmoronada la pirámide de Ponzi planetaria (2008), cargado
el montante de la juerga especulativa sobre los pueblos desprevenidos,
Stéphane Hessel publicó un panfleto memorable: ¡Indignaos!
Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección
pacífica (2010). Veterano de la resistencia antinazi, superviviente
del campo de concentración de Buchenwald y redactor de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, este nonagenario
quería recordarnos la gesta de su generación; deseaba que fuésemos
plenamente conscientes del catastrófico giro a peor. ¡A ver si reaccionábamos
de una maldita vez!
Más joven, nacido a mediados del siglo XX, con un pie en el
Tercer Mundo, yo nunca idealicé los “treinta gloriosos” (1945-
1975), el logro de la generación de Hessel. Sin embargo, me siento
tan obligado como él a denunciar el giro criminal que vino a destruir
sus ilusiones. Quienes se han hecho mayores en plena galopada
del capitalismo salvaje han tenido pocas posibilidades de
percatarse de lo ocurrido y sería imperdonable que los viejos nos
callásemos. Al menos, antes había alternativas y, por lo tanto, cierta
esperanza, un sentimiento fuera de lugar en estos momentos.
Necesitamos tener presente ese giro catastrófico para cobrar
conciencia del tremendo poder que lo hizo posible, el mismo que,
desbocado, tiene a la humanidad en un puño. Y conste que me refiero
a un poder al que considero capaz de destruirnos a todos, no
mejor que el de Hitler o Stalin, con quienes comparte algunos
principios básicos, inmorales de raíz.
Language | Status |
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Portuguese
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Already translated.
Translated by ANDRE DIOGO WEBER 2
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