MainCastle, año 1319.
“Una densa capa de nubarrones amenaza con ocultar la luna que ilumina la ciudad con tonos escarlatas. Las casas duermen en silencio. De todas las viviendas, hay tan sólo una cuyo interior continúa iluminado. Una que se resiste a caer en el sueño, que permanece despierta pese a lo avanzado de la noche…”
Desde lo más alto de su castillo, el Conde Joseph ejerce su ilimitado poder.
¿Quién pondrá fin a esta pesadilla?
MainCastle, año 1319.
“Una densa capa de nubarrones amenaza con ocultar la luna que ilumina la ciudad con tonos escarlatas. Las casas duermen en silencio. De todas las viviendas, hay tan sólo una cuyo interior continúa iluminado. Una que se resiste a caer en el sueño, que permanece despierta pese a lo avanzado de la noche…”
Desde lo más alto de su castillo, el Conde Joseph ejerce su ilimitado poder.
¿Quién pondrá fin a esta pesadilla?
La ciudad de MainCastle estaba abarrotada.
Los puestos de ventas se perdían a la lejanía, envueltos en un mar de cabezas. Hombres, mujeres y niños llenaban la Plaza Mayor, apretujados unos contra otros, empujándose por hacerse sitio y ser los primeros en llegar a los tenderetes.
-¡Compren hogazas recién hechas! –voceaba una mujer, sacando del horno un pan humeante.
A los niños, la sola visión de semejante manjar les hacía la boca agua.
-Madre –dijo un pequeño, tirando del vestido a una mujer de cabello ondulado-, ¿qué es eso?
La mujer lo miró y sus labios se contrajeron con tristeza.
-Será mejor que nos vayamos de aquí -dio por toda explicación.
Juglares, enanos y malabaristas también hacían sus peripecias para captar la atención de la gente.
Un hombre cogió seis pelotas, tres en cada mano, y las lanzó al aire. Los que lo vieron quedaron impactados ante aquel espectáculo de color y movimiento.
-¡Hala! –exclamó una niña, con la boca abierta-. ¿Has visto eso?
Las bolas parecían chocar entre sí y, en cualquier momento, desparramarse hasta el suelo. Pero no lo hicieron, continuaron surcando los aires y sorprendiendo a los que por allí pasaban.
Al lado del malabarista, unos enanos simulaban un duelo a muerte, luchando con sus espadas de madera. Al ver a los hombrecitos y sus torpes movimientos, la gente reía y aplaudía, animando a tan divertido espectáculo.
Un poco más lejos, un trovador llamaba a todo aquél que quisiera escucharlo.
Language | Status |
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English
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Already translated.
Translated by Harrington Lackey
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Author review: ¡Gran profesional! Totalmente recomendado. |
Portuguese
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Already translated.
Translated by Randhal Wendel Fernando de Souza Santos
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