Convertidos los recuerdos del pasado en latidos de su propio corazón, Tayra se encontrará ante una decisión que no admite vuelta atrás. A pesar de haber sido capaz de alir adelante, dejando tras de sí todo lo vivido, un inesperado y sorprendente regreso le devolverá aquella parte de su vida que tuvo tanto de dulce como de amargo. Y esta vez, las cosas estarán para ella más claras que nunca.
La espada de los dioses solo se ha empuñado una vez, pero ahora se erige como gran salvación para el mundo divino y, de paso también para el humano.Tan solo falta la mano de aquel predestinado a blandirla pero el 'dux' no puede y las urgencias apremian.
Los señores del Infierno amenazan con arrasarlo todo, mercerde a unos aliados que nadie podía imaginar, unos aliados en cuya posición parece estar el golpe definitivo. Y enfrentrase a todo eso, solo puede hacerse con la plena seguridad eu concede el amor verdadero.
"Y con mi alma condenada te amé. Y eso no puede ser malo".
Permanezco sentada con los ojos cerrados y percibo cómo la enésima gota de sudor resbala a través de mi cara. Mi respiración se hace cada vez más pesada pero no me muevo un milímetro. Mantengo los ojos cerrados como un absurdo recurso para hacer soportable el calor que me abraza desde el umbral de la puerta. Siento que si separo los párpados me abrasaré al ver frente a mí el fuego infernal asomarse desde el otro lado.
Aprieto mis dedos sobre mis rodillas y casi puedo percibir el suelo derritiéndose debajo. No obstante, sólo me atrevo a mirar cuando el sofocante fuego que amenaza con desintegrarme de un momento a otro se atenúa y entonces lo veo a él: Deos. Se acerca despacio y se agacha frente a mí; está herido, golpeado y magullado pero está aquí y está bien. Ahora soy incapaz de contener las lágrimas y lo abrazo con fuerza. Quema pero nada importa, sino atraparlo para siempre en la prisión de mis manos, de mis brazos y de mi cuerpo. Y esta vez, impedir como sea que se marche, pues sé que no soportaría volver a perderlo.
Por eso, la sensación de despertar y sentir que se esfuma otra vez se hace devastadora en mí. Doy media vuelta en la cama y estampo mi cara contra la almohada, huyendo de la luz del día.