Tayra está decidida a no olvidar nada de lo vivido y, especialmente, a no olvidar a Deos. Sin embargo esa decisión lleva implícito un riesgo, cuyas consecuencias está empezando a sufrir ya. Dominada por un ángel caído que la utiliza a voluntad, Tayra es incapaz de medir sus actos, ni siquiera ante el propio Deos, convertido en su escudo ante el mundo. El cúmulo de circunstancias al que se ve arrastrada la llevará a tomar una decisión drástica y definitiva, un paso sin vuelta atrás: Abismo, un lugar tan peligroso como impredecible, donde la joven habrá de hacer buen uso de su mayor instinto de supervivencia, rodeada como está de huraños y traicioneros errantes.
Un inesperado reencuentro la pondrá en el centro de una balanza que, tarde o temprano, habrá de decantar, algo en lo que no ayudará la fría y distante actitud de Deos, tan decidido, sin embargo, a llegar hasta las Forjas de Averno para salvar el alma de Tayra, como a alcanzar su propia redención. El reino de los ángeles no es tampoco el paraíso que ella imaginaba y allí precisamente deberá afrontar la decisión más dura de todas, una decisión que la llevará a elegir entre cabeza o corazón.
La tormenta ha estallado con toda su furia ahí fuera y los fogonazos de los relámpagos iluminan por momentos mi habitación a oscuras. El olor a azufre me marea, pero sigo concentrada en lo que debo hacer; de alguna forma lo sé. Hay cuatro velas negras rodeando el círculo de azufre trazado en el suelo. Camino hasta el escritorio y cojo la sal, que esparzo también por sobre la moqueta, siguiendo el perímetro del azufre. Cuando ya está todo listo, tomo asiento en el centro, colocando sobre mi regazo el grueso volumen que cogí hace un par de días de la biblioteca. Lo abro y continúo por la página por la que lo dejé esta mañana. Deberé repetir este, ritual durante diecisiete noches; hoy es la tercera. Cierro los ojos y trato de memorizar las palabras; me resultan extrañamente familiares.