Tras la muerte de su tío, George Laxton viaja a Londres para tomar posesión de su título, pero las condiciones establecidas en el testamento son tan crueles como los castigos que le infligió en vida. Obligado por una promesa, busca entre la alta sociedad a una mujer que lo ayude a conseguir su herencia y que, a su vez, pueda aceptar la oscuridad que arrastra.
El destino pone en su camino a Tricia Rutland, hija del duque de Rutland, la muchacha más inadecuada para él, pues desprende una luz que no tiene derecho a apagar. Sin embargo, por mucho que intenta alejarse de ella, Tricia no se lo pone fácil y terminan provocando un escándalo que sella su futuro.
¿Cómo afrontará Tricia la verdad que George esconde? ¿Podrá el amor de la joven liberarlo de la oscuridad?
Es un libro autoconclusivo que apareció tras el primer libro de la serie Las Hermanas Moore. También aparecen el duque de Rutland, el marqués de Riderland y el barón de Sheiton, personajes de la serie los Caballeros.
Dio un paso hacia atrás y observó su rostro, las nubes que sobrevolaban el cielo de Londres descendieron de golpe para colocarse a los pies de la joven. No había oscuridad ni tinieblas, sino luz. La misma que desprendían unos ojos marrones tan brillantes e inocentes que podrían dirigir, en mitad de una noche sombría, un barco hacia el puerto más cercano.
―Lo disculpo ―contestó ella con una sonrisa.
Y todo a su alrededor dejó de existir.
―Estaba distraído ―comentó buscando la mejor manera de recomponerse de un aturdimiento tan absurdo.
―Yo también lo estaba ―aseguró la muchacha sin borrar esa bella sonrisa de su maravillosa boca.
Se quedó tan aturdido que lo único que pudo hacer fue contemplarla como si no existiera otra mujer en el mundo salvo ella. ¿Qué le sucedía? ¿Por qué su cuerpo se había quedado frío al separarse de ella?
―Que tenga un buen día ―expresó, a modo de despedida, mientras tocaba el ala de su sombrero.
―Soy Tricia, Tricia Manners ―comentó agarrando con una mano su fuerte antebrazo izquierdo.
Por alguna extraña razón, el corazón de Tricia la instó a que lo mantuviera a su lado unos instantes más, los suficientes para averiguar el motivo por el que palpitaba de aquella forma tan acelerada.
―Señorita Manners, no debería hablar con extraños y mucho menos agarrarlos así en público. No sabe usted lo que podrían pensar ―dijo con tono divertido, pues le resultó gracioso que fuera tan atrevida, pese a la imagen de joven cándida y recatada que ofrecía.
―Señor…
Language | Status |
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Japanese
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Translation in progress.
Translated by stephen daniels
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