En un mundo gobernado por los ergys, Anahy es una insignificante cóctel, una mezcla entre los seres de fuego que aborrece y los pobres nulos que han nacido sin dones.
Su poca energía no basta para ser recibida en el círculo de los primeros pero es demasiada para ser aceptada por los segundos.
Encontrar un sitio al que pertenecer es su sueño, y espera poder cumplirlo en la fría Isla Held.
Pero cuando la fachada de mentiras empieza a derretirse, Anahy descubre que la verdad tiene una cara horrible: la de Sasha, un cabezota y desesperante ergy. El mayor tramposo, su principal adversario, un villano nato.
¿Podrá una cóctel controlar el fuego, el privilegio de los ergys?
¿Aceptará un amor fundado sobre engaños?
¿Encontrará la libertad en una cárcel de hielo?
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La luna había dejado de acompañarla. La suerte ya no estaba de su parte. Cada paso era un desafío. Los tacones de sus zapatos se clavaban en la nieve congelada que cubría la tierra. Los abetos eran obstáculos, las ramas intentaban detenerla. Su aliento incendiaba el aire, lo licuaba, y el frío lo transformaba en una lluvia de gotas heladas que le abofeteaba el rostro, mezclándose con sus lágrimas. Había perdido la chaqueta, pero no la necesitaba; su piel estaba en llamas.
Chilló en silencio, mordiéndose el puño para no soltar ningún sonido. No se escuchaban pasos detrás de ella, pero eso no significaba que no la estuviese siguiendo. Él podía moverse sin dejar rastro, podía convertirse en una sombra, podía…
—¡Te odio! —aulló, girando en círculo—. ¿Me escuchas? ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio!
Un destello de luz a su derecha hizo que su corazón se encogiera. No esperó a ver de qué se trataba. Luchó apresurada con las correas de los zapatos, tiró uno sin mirar a dónde, agarró el otro y empezó de nuevo a correr.
—Detente. —El mandato fue un susurro llevado hasta ella por las alas del viento.
Continuó la carrera, agitando a la vez la cabeza en negación. Las ramas inmovilizaban sus brazos, las agujas de los abetos se clavaban en su piel para estallar en llamas al instante. Sus talones dejaban hoyos en la nieve y detrás de ella se formaba un sendero de infierno. El bosque ardía. Su corazón brincaba con cada chasquido y crepitar. El humo era espeso y mentolado, y se lo tragaba con cada inhalación.
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English
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Already translated.
Translated by Ann Escobedo
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Author review: He trabajado de maravilla con Anna. Es muy seria y dedicada. Me alegro de haberla encontrado. |