Cien noches después, la Vía Negra ha vuelto a convertirse en un río y Caronte se prepara para surcarla, dando continuidad a una maldición ancestral. Resryon tiene claro que será la última vez que ocurra. Pero lejos de buscar los arkanais que le faltaban por las buenas, está decidido a invadir cada terra. En ese camino de sangre, Adrien puede ser algo que haya perdido para siempre. O quizás algo que jamás se resigne a perder.
¿Y si el Muro de Caronte fuera solo una presa? ¿Y si el curso del barquero fuera más allá? ?¿Y si sucediera lo mismo con las respuestas largamente buscadas?
Luzaria puede ser la luz que se vierta sobre la oscuridad de Noctia.
"Aunque nadie más la conozca, aunque nadie hable de ella, la historia que escribiremos juntos será una jodida leyenda"
Sus pies volaban sobre el barro y recorrió el campamento en un descenso vertiginoso hasta el bosque. Torció apartando maleza a manotazos y llegó hasta la zona más densa, pero para entonces, cinco soldados descolgaban el cuerpo de la soga que pendía en las retorcidas ramas de un árbol mientras otros tanto curiosos, se apartaban al verlo llegar.
Se acercó hasta allí, resollando, y se dejó caer de rodillas al tiempo que los áureos le quitaban a aquel hombre el cabo de cuerda que había dejado la marca en su cuello. No le hizo falta que nadie le dijera de quién se trataba porque lo conocía, aunque no hubiera mantenido nunca un lazo demasiado estrecho con él: Nican era el padre de Huslor, un muchacho que había muerto años atrás en la invasión de Kaulas; él mismo le había cerrado los ojos, le había hecho la marca de la Lágrima del Renacer y lo había enviado hacia el oscuro umbral de las diosas. Un joven tímido y reservado, muy distinto a su progenitor, el soldado cuyo cuerpo yacía sin vida en aquel momento sobre el suelo de la terra de Domarna. Con él apenas había servido, pues el hombre había sido miembro de la Aes, pero sí sabía que era un buen soldado, leal, serio y disciplinado.
