Lucía, casada y con varios hijos a su cargo, vive en una familia acomodada de la ciudad. Es admirada y envidiada por el sector femenino que le rodea ya que ha tenido la vida de princesa que soñaban desde niñas. Sin embargo, ella no es feliz. Desengañada e insatisfecha con lo que tiene, busca una salida. En su treinta y cuatro cumpleaños, bajo el soplo de una vela, formula un deseo: "Que mi vida tome otro rumbo"
El joven empresario Andreu Voltaire está cansado de tanta burla femenina. No cree en el amor, tras años de pesadumbres ha descubierto que las mujeres solo le quieren por su dinero. Pero todas esas premisas cambiarán cuando encuentre a Lucía. Una noche, mientras bebe una botella de Jack´s Daniels, mira las estrellas y hace un juramento: "No me daré por vencido hasta que esa mujer sea mía"
Pasó sin llamar. A esas horas no había nadie en el club salvo ellas. Sus maridos habían salido a comprar algo de material erótico que necesitaban reponer porque el que tenían en la sala se había roto a consecuencia del uso. Pero no entró al momento, se quedó unos instantes en la puerta, contemplándola. Entre la cálida luz de las velas y el precioso vestido trasparente que llevaba, el lugar se podía asemejar al paraíso. Ella siempre la comparaba con una diosa escapada de algún templo griego, puesto que su belleza no podía ser cotidiana. Hoy había decidido llevar el pelo suelto, aumentando con creces la sensualidad que desprendía. Elsa se relamió los labios y comenzó a dar pequeños pasos hasta llegar a su lado. Sus pezones, erectos bajo la camiseta, rozaban la tersa piel de la espalda desnuda. Podía sentir el vello erizado de la mujer, podía escuchar cómo se alteraba su respiración ante el conocimiento de lo que vendría después. Colocó sobre sus hombros las manos y comenzó a retirar los delgados tirantes. Su boca bajó hasta el esbelto cuello y empezó a besarla. Silvia aceptó con agrado la proposición y dejó que se deslizaran por sus brazos los pequeños hilos del vestido. Elsa rodeó con sus manos la pequeña figura y atrapó los suaves pechos descubiertos de la amante. Era un pecado tocar las diminutas y duras perlas. Con delicadeza, abrió dos de sus dedos y los utilizó como pinzas, presionando con lentitud los deliciosos brotes. Silvia echó la cabeza hacia atrás al notar en su cuerpo un sugestivo balanceo de deseo y, abriendo la boca, exhaló el aire retenido:
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English
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Already translated.
Translated by Coralis Lopez
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Author review: Muy rápida y una traducción perfecta. |