Después de que sus pasos lo llevasen hasta la majestuosa ciudad humana de Ászaron, Ezhan descubrirá que sus viejos muros guardan más secretos de los que él mismo podía imaginar; unos secretos que le pondrán frente a La Órden de la Alianza, hombres y mujeres de dudosa reputación en la ciudad de los hombres y con fines tan claros como antiguos.
Alcanzar la unión de óhrdits, élars y humanos no se presume sencillo; menos aún con los nigromantes, que en su día juraron neutralidad en la Guerra contra los dragnars. Pero las cosas aún pueden complicarse más cuando el quinto aliado al que alude la profecía es, precisamente, el enemigo ante el que se lucha. ¿Cómo ponerlo en su propia contra? ¿Qué sentido tien eso? Acertijos incomprensibles con una llave hacia la verdad, un rompecabezas con pieza clave en el trono vacío de Ászaron. ¿Será Ezhan capaz de encontrar al hijo del último rey?
Los pasos de su caballo barrían las hojas secas, que se amontonaban a uno y otro lado del camino, como una otoñal alfombra que borraba los viejos trazados de los aún más antiguos senderos. El viento del norte sacudía las copas de los árboles, desprendiendo aún más y convirtiendo la fina llovizna en un oblicuo trazado que le rasgaba la piel, acentuando su ya marcada sensación de frío. Cada una de las exhalaciones de su respiración se veía envuelta en una nubecilla de vaho, que desaparecía al instante. Se ajustó la capa y frotó sus manos mientras observaba a uno y otro lado.
Tras varios días de viaje, la posibilidad de haberse extraviado había llegado a convertirse en un fundado temor. Llevaba varias jornadas sin atisbar la menor señal que le hablase de la cercanía de su destino y la continua necesidad de abandonar los viejos senderos para avanzar entre la espesura bien hubiera podido despistarlo. Sin embargo, aquella tarde, todos sus miedos se disiparon cuando al fin la tuvo frente a sí: Ászaron. Nunca había estado allí pero no podía tratarse de ninguna otra. Las altas torres del legendario castillo sobresalían, imponentes y altivas, por encima de la espesa arboleda, y una parte de la muralla se vislumbraba también entre las copas de los árboles.