Cuando miraba hacia el futuro, la Humanidad imaginaba un tiempo de maravillas y oportunidades. El Cirujano lo arruinó todo.
Esta es una época sombría donde el tiempo y el capital son los pilares de la civilización; donde las corporaciones han ido socavando el poder de los Estados hasta doblegarlos a su voluntad y donde la vida, tu vida, ha sido hipotecada.
La Humanidad está afectada por una enfermedad genética que pudre sus órganos desde el momento de nacer. Quien no recibe un trasplante, muere. Es un mantra que se repite sin cesar: “Unos deben morir, para que otros puedan vivir”.
La muerte es el gran negocio, y las corporaciones lo saben. Hay ovejas esperando su hora, y señores que las pastorean hasta el matadero.
–¿Adónde vas? –preguntó Jason.
No respondió. Unos deben morir, para que otros puedan vivir.
Observó los cadáveres de los muertos, dedicó unos instantes a valorar el mejor candidato. Su elección fue la de un hombre sin cabeza. Lo que quedaba del cráneo se había convertido en una pulpa sangrienta, muerte instantánea. Comprobó que no hubiera otras heridas en el cuerpo. El pecho estaba intacto. Una muerte tan repentina no debería haber dañado ningún órgano.
Retiró el mono blindado del minero y rebuscó entre las herramientas del muerto. El ruido procedente de la superficie ahogaría lo que él iba a hacer. Posó suavemente el filo de la rueda circular sobre el pecho desnudo del cadáver y activó el botón de encendido.
Ahora sí entendía las reglas. Él tenía algo que ellos querían, algo muy valioso. Estaba a su alcance, solo tenía que cogerlo.
El filo se hundió con mayor facilidad en la carne que en la roca y Jackman tuvo que moderar su ímpetu para no dañar el corazón. La sangre le salpicó por completo el mono de trabajo y la cara, sus brazos chorreaban una oscura sangre ajena mientras sus dedos hurgaban en el interior de aquel pecho abierto.
Un corazón por un riñón. Era un buen trato.
Jackman no volvió la vista atrás, tan solo escuchó los pasos que se alejaban del lugar. Terminó de abrir el agujero y con mucho cuidado extrajo su preciado tesoro. No había ni rastro de negro, o gris. El color del corazón era perfectamente normal. El tacto carnoso le dio náuseas. Pero había sido necesario.
Language | Status |
---|---|
Portuguese
|
Translation in progress.
Translated by ANDERSON PELACHINI VALLE DEGASPERI
|