Contrariamente a lo que se espera de un título que espante los buenos hábitos (de malos lectores), El sacerdote ateo plantea el viaje rumbo a la humanización; esta situación es posible en el hombre que se va construyendo: el sospechoso del saber dogmático, que impide acceder a otras formas de ver el mundo. El ateísmo se presenta como reacción inmediata a una Iglesia Católica que esgrime conceptos de amor y comprensión bajo una estructura rígida, que suspende toda capacidad de diálogo bajo la tiranía del significado único sustentado en la fe; de ahí su incomprensión del otro, su incapacidad de amar a quien no se ajusta a dicha estructura: un homosexual que desea tener un hijo, el padre de familia que cometió una infidelidad, el sacerdote alcohólico que tiene una amante e incluso la sospecha de un presunto pederasta dentro de la congregación, amigo y protector de un monaguillo. ¿Cómo guiar a los fieles rumbo una salvación en la que no se cree? Es la pregunta constante de un sacerdote católico, que después de un viaje a Roma, germina en su mente la posibilidad de que Dios no exista. Esta idea -hilo conductor de la novela- va ganando terreno en su mente, mientras lucha con sus más férreas creencias; de esta contienda surgen auténticos diálogos consigo mismo y con los demás, que llevarán a Eusebio a comprender su entorno y plantearse la posibilidad de abandonar su vocación religiosa; sin embargo, su caminar lo llevará por situaciones imprevistas como el asesinato de un hombre, crimen que guardará en secreto de confesión con un atisbo de locura.
Genre: LITERARY COLLECTIONS / Caribbean & Latin AmericanSe vendieron todos los libros de la primera edición. No se creó una segunda edición en espera de la segunda parte (Lujuria en la sotana, próxima a salir).
Durante los días que Eusebio, el hijo, estudió la preparatoria en una escuela católica de filosofía lasallista, los alumnos participaban en retiros de tres días en una casa en las afueras de Motolinía. Eusebio aún tenía relaciones con Ximena al menos dos veces por semana, pero participó en el retiro porque prácticamente todo el grupo lo hacía. Aunque los objetivos de la dirección escolar fueran loables y espirituales, como un trabajo pastoral, de adoctrinamiento a sus alumnos, ellos se integraban al grupo, incluso pagaban su transporte y estancia, especialmente por el relajo, la diversión y la camaradería.Desde el principio sabían que deberían rezar, escuchar pláticas y reflexionar sobre su vida; pero también planeaban una que otra pinta de las actividades y muchos de ellos se alcoholizaban de formas discretas o indiscretas que entre ellos encubrían. Por las noches, durante la fogata o la cena, volvían a los dormitorios a sacar las botellas y darse unas empinadas envinadas. Luego bajo el brazo se llevaban los litros para compartir con las compañeras en la fogata, mientras los maestros y hermanos responsables tocaban la guitarra y medio cuidaban el ambiente. Bajo la amenaza de una expulsión escolar, algunos se comportaban bien y los otros se escudaban tras de ellos para no ser observados por la limitada visión de los docentes. Incluso los hermanos lasallistas también se hallaban bebiendo en sus habitaciones, mientras los profesores hacían las guardias, también alguno de ellos se escabullía para beber.
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Translated by Soledad Hernández
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Translated by Isadora Machado
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