¿Cuánto se puede olvidar después de una tragedia sucedida durante la infancia y cuánto te persigue durante el resto de tu vida, como una pesada y oscura sombra adherida a tu piel, a cada aliento que despide tu respiración, a lo largo del camino recorrido?
Eso es lo que se propone descubrir Simón al regresar al lugar donde transcurrió su niñez de la que apenas guarda ningún recuerdo. En la vieja casona familiar llamada “El Hogar de los sauces” abrirá una puerta que una vez abierta ya no se puede volver a cerrar. La puerta de su memoria perdida. Una puerta que debería haber quedado cerrada para siempre.
Descubrirá un mundo de luz y de oscuridad que convive con el nuestro. Un mundo plagado de criaturas maravillosas, pero también de terribles seres que se alimentan de la debilidad de unos seres humanos que pueden ser mucho más tenebrosos que cualquier monstruo que habite en las más sombrías pesadillas de un niño.
¿Cuánto se puede olvidar después de una tragedia sucedida durante la infancia y cuánto te persigue durante el resto de tu vida, como una pesada y oscura sombra adherida a tu piel, a cada aliento que despide tu respiración, a lo largo del camino recorrido? Eso es lo que me propongo descubrir, mientras conduzco, a través de la oscura noche, acompañando mi soledad y mi tristeza por los conocidos sonidos de la música que despide la radio del vehículo a todo volumen. La locutora radiofónica, mi única amiga y compañera en este largo y difícil viaje, tiene una voz tan aterciopelada como una cálida y húmeda promesa de placer, y lleva, desde la medianoche presentando temas plagados de nostalgia, canciones de una época en la que la música era otra cosa: un sentimiento, una rebelión, algo muy lejano del concepto de música que existe en la actualidad, poco más que un ruido machacón que te taladra el cerebro como un martillo neumático.
Las canciones que va desgranando la locutora de la voz sensual, son las canciones de mi juventud y escucharlas, ahora, en el momento en que retorno hacia mi infancia, me produce la sensación de estar colándome por el desagüe del tiempo hacia las tuberías más profundas de mi vida. Al igual que la voz de esa locutora se deja llevar, descendiendo por el sinuoso río temporal, hacia otra época, yo avanzo rumbo hacia mi pasado, en busca de una infancia casi olvidada por completo, pues apenas conservo un puñado de recuerdos aislados de mi niñez, como islas solitarias en mi memoria que acompañan desde entonces mis sueños y, sobre todo, mis pesadillas.
Recuerdos… Recuerdo a mi madre: su sonrisa, su largo y sedoso cabello rubio agitado por el viento.
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Translated by Micaela Grbac
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