Nunca abandonó una batalla sin tan siquiera luchar, pero ella le dejó bien claro que no había nacido para estar con él. Hundido, humillado y con el corazón roto, O´Brian se propuso destruir ese sentimiento que tenía hacia su gran amor.
Sin embargo, cuando por fin ha logrado no pensar tanto en ella, la vida le brinda otra oportunidad y, en esta ocasión, no permitirá que April Campbell, viuda del vizconde Gremont, lo rechace de nuevo.
¿Superará April el engaño y la traición de su difunto marido? ¿Será capaz de darle una oportunidad al hombre que nunca la olvidó?
Quien sabe…
(Esta es la historia de dos personajes que aparecen en la novela La Tristeza del Barón; el inspector O´Brian y la vizcondesa viuda de Gremont)
Desde que la publiqué he tenido buenas críticas. Pese a que el protagonista no es un caballero, y pertenece a la serie los Caballeros, las lectoras lo han acogido con mucha pasión. Es un libro que tiene muchas escenas de humor y erotismo y creo que ese ha sido la clave para que llegara a ser un best seller la primera semana que se publicó.
—No hay ninguna duda —dijo Cox. —El vizconde se ha envenado.
O´Brian miró la botella que aún permanecía sobre la mesa. Caminó hacia ella hasta pararse en frente. Leyó la etiqueta y frunció levemente el ceño. No era habitual que un hombre que sobrevivía con la renta que le ofrecía el señor Campbell a su hija se permitiera el lujo de gastar la increíble suma que alcanzaba aquel licor. Giró suavemente la cabeza hacia April, preguntándose si ella conocía cuándo había adquirido su esposo tal exquisitez. Sin embargo, no deseaba lanzar una suposición alarmante delante de todos los que allí se encontraban y en un momento tan inapropiado. No obstante, sacó su pañuelo blanco del bolsillo, lo extendió con un suave movimiento y cogió con este la botella.
—Me la llevaré para estudiarla —comentó a la desconsolada viuda que no levantó el rostro para afirmar o negar.
—Coja lo que desee —murmuró. —Ya no hay nada aquí que me interese —alegó.
—¿Qué hacemos con el cuerpo? —preguntó uno de los agentes.
—¡No se lo lleven así! —gritó April alzándose con rapidez del asiento. —No quiero que nadie lo vea de esa forma.