Charles quiere morir si no tiene a su lado a Adriana y ésta ha sido capaz de decir "te quiero" a Charles. Ha sido duro para ambos darse cuenta de lo que sienten en realidad el uno por el otro, pero aun así las cosas no van a ser fáciles para ellos.
El calcinador sigue desaparecido y temen que vuelva a matar, Adriana no puede superar lo que éste le hizo en aquella sala, dejándola secuelas físicas y psíquicas que le hacen echar la vista atrás; más aún cuando recibe una llamada en la que le comunican que los hombres que hace años la violaron, han salido en libertad.
Comenzará una dura batalla para Charles y Adriana. Tendrán que superar todo tipo de obstáculos pasados y presentes para intentar tener un futuro juntos; un futuro que es cada vez más incierto.
—No te dejé, maldito estúpido —me dice sonriente—. Strand me propuso quedarme y nada más que me lo dijo, le contesté que sí.
—¿Contestaste…? —pregunto boquiabierto—. Pero tú…
—Tenía que volver para hacer todo el papeleo y despedirme de la gente de allí. Pero tú empezaste con tus tonterías y yo tenía mil cosas en la cabeza. Y cuando te fuiste del apartamento… Bueno, me enfadé, cogí mis cosas y me fui sin esperar a explicarte. Pero en estas más de dos semanas he intentado hablar contigo y tú ni siquiera has querido cogerme el teléfono.
Me lo reprocha de forma graciosa. O lo que me resulta gracioso es todo esto en realidad.
—Entonces… ¿No me dejaste? —es lo único que soy capaz de preguntar.
Ella se echa a reír y coge mi mano.
He sonado patético. ¿Qué coño me pasa?
—Claro que no te dejé, pareces tonto. Te quiero, Charles. Siempre.
Escucho sus últimas palabras y me levanto, agarrando la otra mano de Adriana y levantándola para besarla con fuerza. Pego su cuerpo al mío y sentirla de nuevo de esta forma me alivia y relaja a la vez que me excita. Sigo besándola igual que ella a mí. Cae la tarde en Londres y parece que la cálida luz que ilumina esta inmensa terraza es más cálida porque la tengo de nuevo conmigo.
No me dejó. Nunca lo hizo.