¿Qué pasaría si el mundo se empeñara en convertirte en la heroína que tú te niegas a ser?
Tessa Moore sabe perfectamente el significado de la expresión «joderse la vida». Es lo que lleva años haciéndose a sí misma. Fiesta, alcohol, malas compañías… muchas voces que acallar y aún más sentimientos que enterrar. Pero una noche, un encuentro fortuito en una discoteca con dos desconocidos convertirá su «tranquila» vida en una película mala de superhéroes adolescentes de los años ochenta. Chicas que pueden crear fuego con las manos o cambiar la densidad de su piel, un guapísimo e insufrible compañero que puede olerla incluso sin verla y un montón de tipos empeñados en matarla… ¿de qué maldito circo se han escapado todos?
Y por si todo eso fuera poco, el sexy coreano que la visita en sueños cada noche no parece ser fruto de su calenturienta imaginación sino que Jeung es real. Demasiado real.
¿Y si todo esto no fuera más que su mente intentándole jugar una mala pasada?
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Vi su mano agarrar la cortina. Estaba a punto de abrirla, lo sabía. Cerré los ojos y respiré hondo. Ahora o nunca. No podía dudar. Una patada rápida y salir de allí por patas lo más rápido que pudiera. Entonces iría directamente al despacho de la directora y le contaría la clase de psicópata pervertido que había dejado entrar en su escuela. Existía la posibilidad de que la Sapo se riera en mi cara y me mandara una semana a casa, pero no me quedaba más remedio que intentarlo.
Hice acopio de todas mis fuerzas y… un graznido.
—Mierda —lo oí murmurar al otro lado de la cortina—. Ya están aquí.
Antes de que pudiera reaccionar, Rubens ya había echado la cortina a un lado y se había colado en la pequeña ducha en la que estaba esperándolo. Lo miré estupefacta, sin poder creer que a la hora de la verdad me hubiera quedado paralizada sin hacer nada.
¿Así iba a ser mi vida a partir de ahora? ¿Una cara bonita sin un cerebro que consiguiera funcionar correctamente durante cinco minutos seguidos? ¿A la mierda el instinto de supervivencia que siempre me había servido para sacarme de todas las situaciones límites en las que me había metido mi enorme bocaza?
Estaba a punto de decirle que se fuera de allí si no quería acabar con la huella de una bota militar del treinta y siete en su precioso culo, cuando reparé en que sus ojos estaban fijos en el lugar donde yo estaba, pero por alguna extraña razón eran incapaces de enfocarse en mí.
—Sé que estás aquí, Tessa —murmuró con los dientes apretados, como si decir aquello le estuviera costando un esfuerzo titánico—. Puedo olerte.
Language | Status |
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English
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Translation in progress.
Translated by Elii McGrew
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