Un inédito manuscrito del siglo XVI, atribuido al conquistador Hernando Pizarro, narra un acontecimiento espeluznante oculto en las páginas de la historia del Perú, la hipotética explicación para una serie de crímenes extremos que han venido ocurriendo en pleno 2021.
Mientras tanto en un museo de Lima, José Salvador trabaja obsesionado, restaurando una extraña pintura, la cual, no solo no encaja con su época, sino que también parece ser la pieza clave que confirmaría aquello tan terrible descrito en el manuscrito de Pizarro.
El restaurador, ocultando sus oscuros propósitos, ha empezado a apoyar al equipo de investigación a cargo del caso, siguiendo los pasos a aquel de quien suponen un ser sobrenatural, un vampiro. Con preocupación, ambas partes, no solo sospechan que el personaje retratado en la pintura haya renacido en Lima, sino que además, podría no ser el único de su especie, y el propósito de su renacimiento, una revancha esperada por milenios.
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Él odiaba reconocer que ella tenía razón, sabía que aquel museo no era de los más concurridos, y que lo que acababa de decir era muy improbable. Su instinto protector no tenía cabida. Ellos habían estado en frente de la pintura, que no era pequeña; por lo menos tenía un metro y medio de largo y, por lo tanto, sus detalles eran bastante visibles: el rostro del individuo decapitado mirando desde dentro de una canasta. Era la misma mirada, el mismo tipo de rostro y hasta el color extraño de su piel, y, sobre todo, esos brazaletes largos y pesados que cubrían casi todo el antebrazo. Brazaletes de metal muy antiguos con el mismo emblema grabado en bajo relieve, un símbolo desconocido. ¿Cómo podría repetirse aquello? Solo le quedaba encararlo.
—Ya, pues. ¿El tipo es el mismo y ha vivido hasta ahora? Tal vez, se puso su cabeza —Por fin, pensaba con calma y esa era una buena manera de acallar la situación —Sí, es igualito. Jode mirarlo, pero ¿qué vamos a hacer? Si algo no se puede explicar, pues no se puede explicar. Tranquila, voy a ir para allá, ya casi estoy saliendo. ¿Estás tranquila?
—Tienes razón, Marlo. Sí, estoy más tranquila. Ay, es que soy tan nerviosa, a veces.
—Nerviosa no, huevona, nada nerviosa. ¿Te has dado cuenta de que casi me matas del susto? Espero que los demás lo tomen bien.
—Marlo… —ella se mordió los labios y cayó unos segundos—. Hay algo más: mi prima lo tiene en sus contactos. Pero no he podido comunicarme con ella.
—¿Qué? ¡Tu prima Grecia María?
Language | Status |
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English
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Translation in progress.
Translated by Jesus M. Gonzalez
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