Sofía tiene catorce años. Sólo catorce años. Y padece una terrible enfermedad, que hará que jamás llegue a cumplir los quince. Hasta que un día se encuentra con un extraño vejestorio, un millonario solitario y cascarrabias que le planteará una solución para salvar la vida: Deberá casarse con él hasta que cumpla los dieciocho. Para una chiquilla asustada, el matrimonio puede ser igual de temible que la muerte.
Sofía tendrá que decidir por sí misma el qué hacer ante el diabólico dilema que se le ha planteado. ¿Debe o no ceder a su chantaje? ¿Es el hombre que la quiere para él un ángel o un demonio? No siempre está clara la diferencia entre uno y otro, y su futuro marido tiene oscuras sombras en su vida. Pero si quiere sobrevivir tendrá que unir su destino con él...
Una hermosa historia sobre la naturaleza humana, sobre el bien y el mal, sobre el miedo y el amor, sobre cómo dos seres pueden verse unidos y separados por fuerzas que no controlan y sin embargo pueden a pesar de ello decidir su destino.
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Sofía rió alegremente. Quería a Mónica sólo un poco menos que a sus propios padres. Estaban juntas desde que a los tres años, en la guardería, se habían intentado arrancar mutuamente los pelos. Más de una vez habían derramado lagrimitas juntas por las pequeñas desdichas de la otra. Si alguna vez le hubiese contado su secreto a alguien, ésa habría sido Mónica. Pero le había dado miedo perderla. ¿Qué sería de ella sin Mónica?
—Yo sólo tengo que contarte una cosa. Pero más vale que te sientes o te vas a caer de culo. Literalmente. Y no te exagero ni un pelo.
La otra se dejó caer encima de la cama, intrigada, Sofía le entregó un sobre. Había llegado unas horas antes en una caja de cien y ella se preguntaba dónde habría encontrado Ángel una imprenta abierta en domingo. El primer sobre por supuesto había recibido el nombre de Mónica.
—¿Qué es?
—Ábrelo y verás.
A pesar suyo, Sofía no pudo evitar un escalofrío de emoción cuando la otra abrió el sobre, sacó la tarjeta y se puso a leerla. No le sorprendió nada cuando Mónica se quedó con la boca abierta de par en par.
—¡Sofía! ¡Te estás quedando conmigo!
Sofía no lo entendió en absoluto, pero en aquel momento era completamente feliz viendo la reacción de su amiga.
—Que no, Mónica, que no va de coña. Que me caso.