¿Por qué el asesino deja los cadáveres de las víctimas en canteras abandonadas de Vizcaya y las coloca sobre una piedra con los brazos en cruz como si fueran una ofrenda en un altar? ¿Por qué cubre sus cuerpos con maquillaje blanco y quema sus caras y sus manos con ácido? ¿Qué significan las máscaras blancas sobre sus rostros y las extrañas inscripciones escritas en ellas? ¿Tienen algún sentido los relojes con las manecillas paradas que llevan en su mano izquierda? ¿Qué quiere decirnos el asesino con estos extraños rituales?
Carlos, Natalia y Gus tendrán que enfrentarse a todas estas preguntas para descubrir el código del asesino y desentrañar el misterio que esconden los cadáveres blancos. Aventuras, pistas, caminos cerrados, perfiles psicológicos… Una trama trepidante que te atrapará desde la primera hasta la última página.
Si te emocionaste con La red de Caronte y disfrutaste de Suicidios inducidos, no puedes perderte esta tercera aventura de la serie.
Genre: FICTION / CrimeDesde que se publicó en abril de 2018 está funcionando muy bien, siendo uno de mis libros más vendidos.
Natalia levantó la vista del informe que estaba leyendo al escuchar unos pasos que se acercaban por el pasillo. Sólo era uno de los técnicos de laboratorio. Le saludó con la cabeza y volvió a mirar sus papeles. No sabía cuándo llegarían Aguirre y Salazar, pero quería estar preparada.
Releyó el informe que le habían entregado a su entrada en la central. Mujer desconocida de entre treinta y cuarenta años, raza blanca, metro setenta de estatura, sesenta kilos de peso. Eso era todo lo que se sabía de la víctima e iba a costarles mucho trabajo saber algo más. El asesino se había asegurado de ello quemando la cara y las huellas dactilares con ácido sulfúrico. Se estremeció al pasar la página y encontrarse con las fotos de la escena del crimen. El cuerpo estaba depositado sobre una piedra plana, tumbado sobre la espalda con los brazos en cruz, como una ofrenda sobre un altar. Lo habían dejado en una cantera abandonada de la zona de Gallarta y habían pasado un par de días hasta que lo encontraron unos senderistas. Todo el resto de la escena era extraño: la pintura blanca, las vendas, la máscara… Parecía un complejo ritual que, al menos de momento, sólo tenía sentido en la desquiciada mente del asesino.
Las siguientes páginas correspondían al informe de la autopsia realizado por el doctor Salazar. Según sus conclusiones, la víctima había sido estrangulada hasta la muerte utilizando una cuerda. Después el cuerpo había sido lavado cuidadosamente. No había ninguna señal del asesino, ningún resto biológico ni huella.