Los magos de la Cima de Odín han hallado una profecía que concede esperanza en la lucha de hombres, élars y óhrdits contra los temibles dragnars; una profecía que los insta a luchar unidos bajo el símbolo de las llamas de la Alianza. Sin embargo, la traición de uno de los tres reinos elegidos, sumirá a Askgarth en una terrible oscuridad. ¿Lo contemplaría, acaso, la profecía?
El discurrir del tiempo, la calma tensa y el olvido amenazan con enterrar la guerra bajo la engañosa apariencia de la paz pero los inesperados ataques a su aldea le recordarán a Ezhan que el imperio dragnar es un enemigo adormecido aunque todavía vivo, presente y henchido de ira y sed de venganza.
Conocer a la fría y distante Yara, lo pondrá sobre un camino muy alejado de las metas que se marcase de niño, un camino con destino hacia el Inframundo, hogar de los nigromantes e hijos de la muerte, donde paradójicamente empezará a ser dueño de una vida que no podía imaginar.
El patio de la fortaleza era un hervidero de hombres y caballos. El sol apretaba con fuerza y los gritos y órdenes no tardaron en llamar la atención del rey Valian, que ni siquiera necesitó del anuncio oficial para acudir al encuentro de su ejército. Estiró el cuello y buscó un rostro entre la multitud.
—¡Seizan!
Se escurrió entre los hombres como uno más y aunque los soldados palidecían al verlo sin haber tenido tiempo de expresar el protocolario saludo, él hizo caso omiso y se limitó a colocar su mano en el hombro de cada uno de aquellos con los que se cruzó hasta alcanzar a su hijo, que desmontaba ya de su caballo.
-Seizan -repitió.
—¡Padre!
-¿Cómo ha ido todo, hijo?
Príncipe y rey se fundieron en un caluroso abrazo y Seizan disimuló una mueca de dolor.
-Una buena campaña -respondió mientras se apartaba-. Los escarpados desfiladeros de Guildar facilitan las emboscadas y esta vez los atrapamos de lleno.
El rey dejó escapar el aire, como si lo hubiera retenido en sus pulmones durante horas.
—No llegaron informes halagüeños -le explicó a su hijo-. Temí que hubiera podido sorprenderos un número mayor... Por fortuna todo ha ido bien.
—He perdido a una docena de hombres —respondió Seizan, disgustado.
Valian lo miró, consciente de lo difícil que aquella circunstancia se le hacía a su hijo. Volvió a echarle el brazo por encima del hombro y lo atrajo hacia sí en un gesto cariñoso.
—¡Bienvenido a Ászaron, hermano!