Carlos Simón, barman del hotel Colina, y su novia Sandra, una estudiante universitaria, viajan al pueblo de Regla, en la bahía de La Habana. Es una de las etapas de la despedida que Carlos ha ideado previo a su próximo viaje a Holanda. Dos misteriosas fuerzas espirituales se apropian de ellos a la salida de la iglesia y los acompañarán por un tiempo. Este fenómeno, común en las creencias cubanas, pasa desapercibido para ellos. Por otra parte, la relación sentimental entre ambos personajes se está yendo a pique por razones en la práctica inevitables y que van más allá de la diferencia de edad. Carlos decide viajar a Holanda y el origen de este viaje permanecerá en entredicho a causa de un gran número de variantes posibles, donde los narradores se contradicen al punto de caer en el ridículo y lo inverosímil. Las causas en realidad pierden interés, como lo gana poco a poco el sentido humano de la relación entre ambos amantes, pese a la ruptura inevitable.
Genre: FICTION / GeneralA la salida del aeropuerto lo esperaban la policía con perros y Sandra, quien hacía pequeñas apuestas con el chofer de un taxi sobre la manera en que vendría vestido Carlos. Ella, ahora toda de blanco y con collares de santos donde antes, como oferta de rebaja exhibía sus cocos, ya en camino de su desarrollo espiritual. Aún con expresión desolada pero al menos púdica. El chofer puede dar fe de lo dicho. Gozaba Sandra en estos momentos de una inmunidad inquebrantable contra toda mirada indiscreta. Dalia Bulla había hecho su trabajo y estaba a su lado. Ambos sabíamos que en unos meses, tras la pérdida del embarazo –y de la sombrilla comprada en una tienda de Hasselt y perdida en el comedor de la universidad-, no iba a quedar nada entre ellos, y de esta forma, también nuestro idilio astral se interrumpiría por doscientos años y varias historias como esta. Son cosas del alma y por tanto ni malas ni buenas, hasta normales si se entiende la eternidad.